sábado, 6 de febrero de 2010

Nestor el ordenanza


Néstor, el ordenanza, anda con su carrito de limpieza, que tiene dos cubos de distintos tamaños. Lleva un guardapolvo amarillo y uno verde, que cambia según qué tenga que limpiar. También lleva guantes de goma y de trabajo, y botas de goma, además del calzado habitual.

Todo eso da al carrito un aspecto muy pintoresco, que se ve como una especie de vestuario ambulante.

Mide 1.85 o 1.90. Lleva su abundante cabello casi albino medianamente corto y completamente revuelto. Detalle curioso, sus cejas y pestañas son rojizas.

Tiene un singularísimo pantalón matelasseado con rombos muy pequeños, que le llega casi hasta la barriga y que sujeta con tiradores, parecido a los que usan los que trabajan en altos hornos o en fundiciones.

Néstor se mueve despacio y limpia despacio. La gente de la municipalidad está tan acostumbrada a él que no reparan en su presencia.


-¿Lo viste a Néstor?

-¿A quién?

-A Néstor, el ordenanza...

-Ahh, si... ¿Qué tiene?

-Me habló.

El silencio se prolonga hasta que Mabel ve lágrimas en los ojos de Betty.

-¿Qué te dijo? ¿Te ofendió?

-¡No! ¡Al contrario!

Betty enmudece otra vez. Las lágrimas le corren el maquillaje. Mabel le alcanza un tissue que lleva en su cartera . Le toma la mano y con un gesto le pide que cuente.

-Me sorprendió. Yo creía que tenía que limpiar el piso o algo porque estaba parado cerca mío pero no tanto como para que me crea que me iba a hablar-

Hacia las ultimas palabras la voz de Mabel se quiebra.

-¿Qué te dijo, Mabel? ¡Por Dios!

-Se distingue en usted a una persona sensible y ubicua. Es una tontería que deba sufrir por el amor de un miserable.

Betty no sabe qué decir después de oír la frase.

-Enseguida agregó que al él le gusta mirar cosas primero con un ojo y después con el otro, guiñandolos alternativamente y me dijo Se dio cuenta cómo los colores cambian levemente si mira con esa técnica y aunque estemos quietos pareciera que las cosas pegan como un salto. Me dijo que para él la quietud es una ilusión, que todo está en permanente movimiento, y que tiene un trabajo que le permite observar todo lo que le viene en gana, y que mirar con uno y otro ojo es como decirse a uno mismo Fíjese que su punto de vista es válido pero no el único posible y que le gusta pensar que Dios nos dio esa posibilidad y está en nosotros usarla y que sería lindo que yo pensara si valía la pena llorar por un hombre así.

Betty escucha el relato y piensa cómo hubiera reaccionado ella y no se le ocurre nada. Está vacía de consejos, de soluciones, de comentarios.

- Cuando vio que lagrimeaba se me acercó despacito y apenas me acarició la mejilla con esos dedazos. - Mabel revive el momento y el labio inferior le empieza a temblar. A Betty no se le escapa el movimiento. Simpatiza con la emoción de Mabel, su labio también.

-Me abrazó. Despacito. Cuando me dí cuenta estaba hecha un torrente de lágrimas y él me las enjuagaba.

Ahí empecé a contarle quien fue ese tipo. No podía parar de hablarle. Un rato más tarde caí en la cuenta de que le estaba contando viejos problemas de familia, miedos de infancia, frustraciones laborales... Después pasó el trapo de piso con fruición alrededor mío y me dijo Vea que chiste zonzo que le hice.