martes, 24 de noviembre de 2009

de gancho


Pienso en una prenda íntima que me lleva a la desesperación y digo calzoncillo con elástico vencido.

Digo maldita la hora en que no me dí cuenta qué estaba eligiendo maldito apuro mañanero y maldito gil de no haberlo tirado ya a la basura y dejar de padecerlo, malhaya la hora que ya entré al edificio de oficinas y que ya fiché, mientras emprendo vergonzosa huida hacia el baño con afán de acomodarlo.

Veo a la mujer de la limpieza en el fragor de su lucha contra las salpicaduras de los mingitorios.

Con altas expectativas le pregunto a la buena mujer si por casualidad no tiene un alfiler de gancho y me mira con expresión de ya sé de qué se trata y déme un segundo que ya lo ayudo y yo carcomiéndome por dentro - ¿Cómo se dio cuenta? Tal vez por el andar con las rodillas juntas y el meneo característico del que padece de almorranas.

- ¿Dijimos un segundo? - Tiempo al tiempo - me replica. Se levanta la pollera. Mi mandíbula se cae. Se arremanga la media. Dentro de las vendas que le sostenían los tobillos estaba la sorpresa, un conjunto de alfileres de gancho, hilos de colores bobinados y hasta algunos botones.

Me extendió dos de los chiquitos – Sostenga ésto – y yo, sonriéndole, - ¡Qué corazonada, pedirle ayuda justo a usted! Y la sonrisa le dio paso nuevamente a la verguenza, yo enfilando para los compartimentos de los inodoros, cosa que la señora no vea cómo manipulo la prenda. - Quiero que este rato ya sea historia – digo para mis adentros, mientras abro un alfiler, lo sostengo en la boca y separo las piernas para evitar que los pantalones se me caigan y se empapen en el infaltable charco. –¡ Ahh! – me escucho gritar cuando me perforo la primer capa epitelial y - Quédese ahi y no se mueva – y entra al cubículo. Trae consigo un banquito petiso que quién sabe para qué ocupará y se sienta mientras enhebra hilo bordó que hace exacto juego con el color del zolcillonca. Ya entregado la dejo hacer y miro cómo quedó su cabeza en relación a mi anatomía. – No se haga ilusiones- me dispara – ¿A qué se refiere? – Al juguetito ése inflable que tiene – y yo trágame inodoro y aprieto el botón del depósito, a ver si sucede. De largo que sé que dos cabezas piensan más que una y que hay una cabeza que piensa pero por mucho más rápido que la otra. Busco alguna frase hecha, de ésas ideales para cuando uno no sabe qué decir pero que siente que imperiosamente algo debe ser dicho y digo – Hay amores que son quimeras – Por su sonrisa de circunstancia me percato de que la erré. Entonces clavé mis ojos en los suyos, me abstraje del hueco de su incisivo ausente y asumí el hecho – ¿Por qué no sacudir la rutina? ¿Usted nunca quiso hacer una locura a pesar de sus credos más firmes acerca del amor y de la fidelidad? ¿Qué le parece si permitimos a nuestro aspecto más lúdico que tome las riendas en este momento?

El silencio me dejó observar que la buena señora se había detenido en la mitad de la puntada y todavía blandía la aguja. Tomé conciencia del potencial peligro al que me hallaba expuesto. – Vamos ultimando. Permanezca quieto y callado, por favor. Seamos objetivos. Hay gente. Acá no se puede. – mientras tanto, cosía veloz y mi calzoncillo tomaba una consistencia normal y no sólo él. Estiró el elástico y lo soltó y oí el ruido del calzoncillo en su mejor estado. Terminó y se fue, pero jamás dijo que no. Fue una caricia a mi orgullo de varón.

Por eso, cuando busco una actitud de desenfreno visto ese mismo calzoncillo, que desde ese día pasé al estante de arriba.

4 comentarios:

  1. me encanto! muy gracioso, fresco, original y porteño!!!
    Mimi

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  2. ME HICISTE REIR MUCHO ! BARBARO!!

    el viejo

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  3. Muy divertido,origianl y bien contado.
    Te felicito

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  4. Me encantò, gracioso, original, fresco, bien contado. Lo mismo que digeron todos. Pero agrego algo,contiene el casi inevitable toque de morbo que nos caracteriza a casi todos los seres humanos.¡Muy bueno!

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