jueves, 17 de septiembre de 2009

Masaje



El chino viejo era de verdad feo. Verde amarillento, diríase un algo prehistórico, un pergamino de piel de víbora a quien la muerte no había tocado.
Y yo, tentado por el anuncio ¨Masaje revitalizador¨y estimulado por la belleza de la chinita a la que se le veía la barriga, me apresuré a aceptar lo que ella me propuso, aunque no le entendí mucho.
Ahora no podía echarme atrás. El chino feo me invitó a pasar a su gabinete y recostarme y la chinita, con sonrisas aprobatorias, reforzaba la indicación .

A esta altura ya me quedaba claro que el masaje no sería erótico. Pense que tendría una experiencia francamente asquerosa cuando el chino me ofreció una toallita y me indicó que me desvista . Me dije - Sangre fría y cara de poker - como la de estos chinos, que es imposible adivinar en qué están pensando.

Me equivoqué. Aunque no supe si acostarme boca arriba o boca abajo - no quería que hurgara en mis partes pudendas - finalmente el asunto comenzo nalgas al cielo.

Un maestro, el chino. Tan bueno como feo. Acertaba con cada uno de mis pensamientos y en todo momento evitó ponerme incómodo.
Me relajé por completo, esa vez y las otras quince que duró el tratamiento para descontracturarme nuca cuello espalda y glúteos, cuádriceps gemelos y plantas de los pies en pos de una postura más relajada.

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